Hockney y el retrato
Hockney y el retrato

“Los demás me fascinan, y el aspecto más interesante de las personas ─el punto por el que entramos dentro de ellas─ es el rostro. El rostro lo dice todo”.  David Hockney

Siempre comprometido con la pintura figurativa, Hockney (Bradford, Reino Unido, 1937) ha cultivado géneros artísticos que no estaban en boga en la segunda mitad del siglo XX, como el paisaje o el retrato. A lo largo de su extensa trayectoria, desarrollada entre Inglaterra y EE.UU., Hockney ha recurrido con frecuencia al retrato para representar a su círculo de amigos más cercano, con la convicción de que, cuanto mejor conoce el artista al modelo, mejor resulta el retrato.

Su curiosidad y afán de experimentación le han llevado a emplear una gran variedad de estilos y técnicas. Los cuadros al óleo que realizó cuando era estudiante en la Bradford School of Art (1953-57) representaban a los miembros de su familia, así como paisajes urbanos o figuras de estudio. Posteriormente, entre 1961 y 1963, narró su primer viaje a Nueva York en El progreso de un libertino, una serie de dieciséis grabados que incluían referencias sexuales. A mediados de los sesenta, comenzó a trabajar en Los Ángeles, donde retrató en innumerables ocasiones a Peter Schlesinger, su pareja y modelo favorito durante cinco años, a través de distintas técnicas, como el dibujo a lápiz, la pluma, el pastel y la pintura acrílica. La luz de la costa oeste estadounidense le cautivó e inundó sus obras. En las décadas de los setenta y ochenta inmortalizó a personas muy próximas a él, como sus padres, la diseñadora Celia Birtwell, o su pareja de entonces, Gregory Evans, mediante la pintura, pero también a través de collages fotográficos que, bajo la influencia de Picasso y la fragmentación cubista, incluían múltiples puntos de vista. Por otro lado, sus investigaciones sobre el uso que grandes maestros de la pintura pudieron hacer de instrumentos ópticos, recogidas en el libro El conocimiento secreto, le animaron a realizar, entre 1999 y 2002, una serie de 280 retratos a lápiz valiéndose de la ayuda de la cámara lúcida: este artilugio, que consta de una lente y un espejo, y fue patentado por William Hyde Wollaston en 1807, le permitió representar de forma fidedigna a los modelos incluso cuando no les conocía personalmente. De nuevo, en 2009, a pesar de estar inmerso en la creación de una serie de paisajes de la campiña inglesa, realizó varios retratos empleando nuevos medios, como los programas Photoshop y Graphics Tablet. Así, Hockney regresa una y otra vez al mismo género, reinterpretándolo en profundidad en función de los distintos avances tecnológicos y de sus conocimientos.

Tras un breve período sin practicar la pintura, David Hockney sintió en 2013 el impulso de tomar de nuevo el pincel para retratar al jefe de su estudio, Jean-Pierre Gonçalves de Lima, en una obra que reflexiona en torno a la fragilidad de la vida. Esta obra supuso el inicio de la serie de retratos que protagonizan esta exposición, todos ellos ejecutados siguiendo la misma fórmula: los modelos posan durante 20 horas, en sesiones de tres días, en el estudio del pintor, sentados en una silla, sobre una tarima, ante una cortina azul. Gran conocedor de la tradición retratística británica, el artista se inspira en los maestros antiguos para crear un conjunto de retratos con los que pretende revelar la esencia vital de sus más allegados.

David Hockney painting Barry Humphries, Los Angeles, 27th March 2015
© David Hockney. Photo Credit: Jean-Pierre Gonçalves de Lima