Impresionismo y la escuela de Pont-Aven

Sala 306

La historia del arte moderno está inextricablemente ligada a la visión radical del Impresionismo y sus seguidores, quienes tradujeron la intensa experiencia de la ciudad moderna y el anhelo del paisaje idílico rural como lugar de recreo a través del uso de colores puros y la disolución de la forma. El diálogo entre la pintura francesa y la alemana continúa con obras de Paul Cézanne, Edgar Degas, Eva Gonzalès, Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir y Auguste Rodin, que se yuxtaponen a las de los representantes del Impresionismo alemán, entre las que encontramos piezas de Lovis Corinth, Max Liebermann y Max Slevogt. Esta sección revela la existencia de un intercambio cada vez más intenso entre los autores alemanes y franceses a finales del siglo XIX y principios del XX.

Uno de los puntos culminantes de la exposición es la obra de 1889 Campo de amapolas, de Vincent van Gogh, que pone de manifiesto la importancia de la colección de la Kunsthalle Bremen y es testimonio de la política de adquisiciones de Pauli y su pionera defensa del arte moderno. La compra de esta pintura de Van Gogh dividió a los críticos y artistas alemanes en dos facciones. Una de ellas consideraba que ensalzar a la vanguardia francesa en Alemania constituía un ataque a su identidad artística nacional. Para la otra, la cuestión nacional era secundaria, ya que lo que realmente les interesaba era el arte que trascendía fronteras. En 1918, a pesar de la polémica, el sucesor de Pauli, Emil Waldmann, adquirió el cuadro de Cézanne Pueblo entre los árboles (Marines), de 1898.
En 1886 Paul Gauguin y Émile Bernard se conocieron en la pequeña ciudad portuaria de Pont-Aven, en la costa de Bretaña, y de esa relación nació la Escuela de Pont-Aven.

En 1890 Maurice Denis declaró: “Recordad que un cuadro, antes de ser un caballo de batalla, una mujer desnuda o una anécdota cualquiera, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores dispuestos con un cierto orden”, anticipando así el surgimiento del arte abstracto en el siglo XX. Tomando como referencia la estética del arte japonés, estos artistas veían los cuadros como una serie de zonas planas claramente delimitadas y dispuestas unas en relación con las otras. En Francia a esta corriente se le dio el nombre de Cloisonismo.