La invención del paisaje brasileño

El alejamiento temporal de Brasil ofrece a Tarsila la posibilidad de tomar nueva conciencia de sus orígenes. Mientras advierte la fascinación exótica que su país tropical ejerce sobre su círculo de amigos parisinos, el Cubismo le brinda un método de análisis y una lógica formal que le permiten volver a adueñarse de su paisaje físico y mental, dejando a un lado las convenciones y los prejuicios.

A partir de 1924 se dedica a “redescubrir” la metrópolis ultradinámica de São Paulo, Río de Janeiro y su exuberante paisaje o la región de Minas Gerais, rica en vestigios coloniales y barrocos.

 
Con el trazo limpio que caracteriza a su dibujo, Tarsila “disecciona” a lápiz y tinta estos entornos tan diferentes entre sí, elige los elementos que según su criterio son propios de un Brasil “auténtico” y los transcribe mediante líneas y formas geométricas para dar vida a su nuevo alfabeto visual. Este lenguaje, sencillo y moderno, inteligible para el público brasileño e internacional, se presenta en pinturas de rigurosa composición, cuyos motivos, dispares en origen, cohabitan en armonía.