POSIMPRESIONISMO Y MODERNIDAD TEMPRANA

La selección de arte europeo de finales del siglo XIX de la Colección Thannhauser —un período complejo definido por la inestabilidad económica, política, social y psicológica, a menudo en nombre del progreso— refleja la diversidad de estilos que surgieron como reacción ante las dos tendencias artísticas dominantes de la época: el naturalismo académico y el Impresionismo, que tenían en común el compromiso con la fidelidad al mundo físico.

Artistas como Paul Gauguin y Vincent van Gogh —a quienes la galería de los Thannhauser en Múnich dedicó exposiciones fundamentales— centraron su interés en el mundo interior. En lugar de producir un arte que fuera una “ventana abierta al mundo”, los denominados posimpresionistas recurrieron a una línea sinuosa y colores no naturalistas para dotar a sus obras de contenido emocional.

De manera singular, Van Gogh interpretó la realidad a través del tamiz personal de su experiencia y su sentir. Pintado durante la convalecencia de Van Gogh tras un colapso nervioso, Montañas de Saint-Rémy (julio de 1889) transmite el estado subjetivo del artista—además de evocar la sobrecogedora presencia de las formaciones rocosas próximas a su sanatorio— mediante la densa aplicación de pintura y las vigorosas pinceladas.

Georges Braque, en su cuadro fauvista Paisaje cerca de Amberes (1906), utilizó colores vibrantes y expresionistas, y deconstruyó el paisaje en un juego de luces. En el cambio de siglo aparecieron otras formas artísticas, como las obras aplanadas y estilizadas del pintor autodidacta Henri Rousseau. Enmarcada en un bosque cualquiera, la escena de Rousseau Los jugadores de fútbol (1908) es al mismo tiempo un divertimento y una evocadora ensoñación.