El regreso a París
El fin de la Segunda Guerra Mundial avivó en Vieira da Silva el deseo de regresar a Europa. Si bien seguía atrayéndole su Lisboa natal, fue a París, la ciudad que había acogido su éxito profesional, adonde volvió en 1947. Aunque, al igual que muchas otras localidades europeas, París apenas comenzaba a recuperarse del trauma de la guerra, Vieira da Silva adoptó una actitud positiva, celebrando la renovada libertad del país en cuadros como Fiesta nacional (1949–50) y Fiestas en París (1950). Al mismo tiempo, la artista se embarcó en el estudio y disección del espacio arquitectónico, como refleja El pasillo o Interior (1948), donde reimagina un espacio interior aplicando la técnica del ajedrezado que caracteriza su representación de bailarines y arlequines. El sermón de san Antonio (1947–50) ofrece un contrapunto a las obras que se muestran en esta sección. Figurativo a pesar de que los personajes quedan reducidos a formas simplificadas, el cuadro es tanto un tributo a las enseñanzas de san Antonio y el entusiasmo que despertaban como una alusión a los propios orígenes de la pintora: “Nací el día de san Antonio [13 de junio] a las 3 de la mañana… Mi madre solía decir que dio a luz con el sonido de las gaitas y el ruido de los petardos. De ahí es de donde vienen mi alegría y mi optimismo”.

