La anatomía del espacio
“Me gusta pintar el espacio”. Esta concisa afirmación de Vieira da Silva encierra la clave de su trabajo, que se fundamenta en gran medida en la representación del espacio, tanto real como imaginado. Dos acontecimientos que sucedieron al inicio de su carrera llevaron a la artista a esa constante investigación del espacio. El primero fue un curso de anatomía para estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de Lisboa, al que aludió cuando aún vivía allí, en 1926. El estudio de los huesos humanos determinó sus primeros experimentos en la abstracción. Pinturas como las dos de 1936 tituladas Composición contienen una serie de formas que recuerdan a las de esqueletos y pueden describirse como estudios anatómicos del espacio. El segundo episodio decisivo fue su descubrimiento en 1931 del puente transbordador del puerto viejo de Marsella: la ligereza de aquella estructura arquitectónica, con sus cables suspendidos, influyó en su percepción del espacio como forma fluida e ilimitada. Haciendo un guiño al impacto que le generó aquella novedad arquitectónica, Vieira da Silva pintó Blanco de Marsella (1931), que representa un andamio de madera apoyado en un edificio. “Creo que hay en mí cierta inteligencia artística que quizá sea más fuerte que otros rasgos de mi naturaleza”, explicaba.


