"Popeye trata sobre la imagen de 'soy lo que soy'. Una especie de símbolo de autoaceptación que has de asumir para aceptar quién eres. Popeye tiene sus espinacas. Las espinacas le dan su trascendencia y su poder. Eso es el arte. Nuestras espinacas son el arte".
Popeye, el célebre marino de ficción, da nombre a esta serie que Koons inicia en 2002 y en la que continúa trabajando. Este personaje, icono popular y símbolo proletario del triunfo sobre la adversidad, es, junto con quienes le acompañan, como su amada Olivia, el protagonista de este conjunto de pinturas y esculturas. Para esta serie, Koons creó esculturas híbridas, en las que combinó vaciados de metal de hinchables de piscina con escaleras, sillas o vallas de factura industrial y sin alterar. Aquí, la conexión entre el pesado hinchable de aluminio policromado y el espacio se logra a través del objeto fabricado, lo que supone cuestionar la noción de readymade. Las pinturas de la serie también incluyen imágenes de estos hinchables entre sus múltiples capas, que se trabajaron primero en Photoshop y luego se trasladaron al lienzo, donde fueron pintadas al óleo a mano. La composición es compleja y, al mismo tiempo, extremadamente plana: las imágenes son sencillas, cercanas, pero se combinan de tal forma que resulta complicado identificar cada una de ellas. La presencia de Salvador Dalí, un artista al que Koons admiraba y que conoció siendo un adolescente, se hace patente a través de la imagen de la langosta, que Dalí utilizó como auricular en su célebre teléfono.