Sala 305. Abstracción y espacio

El espacio, entendido como realidad intangible e invisible, adquirió un papel central en el arte abstracto a partir de la década de 1950. En esta sala, artistas de distintas generaciones, contextos y estilos trascienden la representación tradicional del espacio, basada en la ilusión y la perspectiva, para generar nuevas percepciones y experiencias visuales. En estas obras, despojadas de contenido narrativo o anecdótico, cada color y cada línea, cada volumen y cada forma geométrica no solo ocupan un lugar físico, sino que modifican la manera en que experimentamos el entorno.

Para Mark Rothko y Robert Ryman, el color es la herramienta que activa la experiencia espacial en la pintura. Mientras que las capas y las vibrantes gradaciones cromáticas de Rothko nos envuelven, Ryman adopta un enfoque más minimalista, empleando el blanco para potenciar la luz, la textura y la variabilidad visual según la posición de quien contempla la obra y las condiciones lumínicas del espacio. Por su parte, las composiciones de Ellsworth Kelly, que destacan por su formato inusual y su enfoque del color, nos hacen sentir un espacio que sugiere ritmo y, aun estando contenido en el plano, también volumen. Pablo Palazuelo, en cambio, nos incita a recorrer con la mirada y completar con la imaginación los patrones y espacios que insinúan sus líneas, convirtiendo la obra en un territorio vivo y activo. A medio camino entre la pintura y la escultura, las formas mínimas y delicadas de Richard Tuttle crean un diálogo sutil entre el objeto, su entorno y el público, mientras que Al Held utiliza formas geométricas y perspectivas ilusorias que se proyectan más allá de los límites del lienzo. Finalmente, Jorge Oteiza desocupa la masa con la intención de revelar el vacío, mientras que Eduardo Chillida modela la materia para integrar la luz y el entorno, como en Lo profundo es el aire, donde el alabastro perforado convierte el vacío en un elemento lleno de presencia y significado.