Sala 306. Gesto y acción

Tras el devastador impacto de la Segunda Guerra Mundial, muchos artistas e intelectuales sintieron la necesidad de emprender un nuevo comienzo. Romper radicalmente con lo establecido, una aspiración presente desde los inicios de la modernidad, volvió a tomar carácter de urgencia. El existencialismo de Jean-Paul Sartre —“el ser humano se define por sus actos”— permeó la escena cultural de posguerra en Europa y EE. UU., contribuyendo a la aparición de un arte centrado en la subjetividad, la acción y la gestualidad, tal y como ejemplifican aquí Lucio Fontana, Helen Frankenthaler, Yves Klein y Antoni Tàpies.

Fontana cortaba y agujereaba sus lienzos para trascender la bidimensionalidad del plano e introducir lo infinito en la pintura, mientras que Antoni Tàpies rasgaba, arañaba o desgarraba sus telas llenas de materia transformando la superficie pictórica en un maltrecho muro que evocaba el paso del tiempo, la fragilidad y la memoria. En sus Antropometrías y Pinturas de fuego, Klein aborda la creación plástica como un ritual performativo donde el cuerpo y los elementos de la naturaleza se emplean como instrumentos directos, convirtiendo en arte tanto el proceso como su resultado. Por su parte, Frankenthaler vertía pintura diluida sobre lienzos dispuestos en el suelo, centrando su atención en la manipulación intuitiva del color.

 
La gestualidad y el azar de las obras de Klein y Frankenthaler también aparecen en la producción de Henri Michaux, aunque en su caso con una intención más introspectiva y psíquica. Las figuras fantasmagóricas de Michaux no son meras representaciones visuales, sino manifestaciones de un proceso de exploración del inconsciente a través del gesto.

Esta misma libertad expresiva y el interés por el azar resulta palpable en artistas de generaciones posteriores, como Cy Twombly, quien dejaba que la mano se moviera libremente por la superficie del lienzo a modo de automatismo gestual que integraba escritura, garabatos y signos abstractos, mientras que en la pintura de Martha Jungwirth, cada trazo y cada mancha surge de la interacción entre intención y espontaneidad, donde el color y la materia determinan el resultado final de manera imprevisible.