Trabajadores y trabajadoras

A finales de 1929, tras separarse de Oswald de Andrade, Tarsila sufre de lleno las consecuencias del desplome de la bolsa de Nueva York. Sus propiedades quedan hipotecadas y debe acostumbrarse a un nivel de vida mucho más modesto que el que había mantenido hasta entonces.

Junto con Osório César, joven médico e intelectual de izquierdas, se interesa por el modelo económico y social que promueve el Gobierno soviético. Tanto su viaje a la URSS como sus ideas políticas —que la llevan a la cárcel en 1932, bajo el régimen de Getúlio Vargas— influyen en el contenido y el estilo de sus nuevas pinturas, que siguen los preceptos del Realismo Social.

 
Las clases populares, ya evocadas a través de las siluetas anónimas de los cuadros de la década de 1920, se convierten ahora en las verdaderas protagonistas de sus frescos sociales, a medida que los colores vivos van dejando paso a unas tonalidades más sobrias.

Aunque ya desde 1937 la dictadura relega a las mujeres artistas a modelos tradicionales y temas intimistas, Tarsila sigue explorando con mirada crítica o poética el mundo del trabajo, tanto en el medio rural como en los centros urbanos e industriales, preocupándose asimismo por la condición de las mujeres.