Tras el terremoto

“Cuando algo como un terremoto o una guerra provoca una devastación total, puede iluminar temporalmente cosas que suelen permanecer en la oscuridad. Hay tanto que podemos aprender de ello. Nunca he vivido una guerra, pero creo que el terremoto, el tsunami y el accidente nuclear desempeñaron ese mismo papel para mí”.

Yoshitomo Nara
 
Tras el terremoto, Nara sintió que debía replantearse el camino que había seguido hasta ese momento con el fin de conjugar presente y futuro. En 2012, los nuevos cuadros expuestos en el Museo de Arte de Yokohoma presentan cierta transición desde sus figuras de pie de cuerpo entero hacia primeros planos de los rostros, con un encuadre frontal que les confiere un aire de fotografía de carné o retrato tradicional. Cuando los niños tienen los ojos muy abiertos y fijos en el espectador resultan desafiantes, aunque ya han desaparecido las miradas de reojo y la sensación de hostilidad, y se ha intensificado su vulnerabilidad. En cambio, cuando tienen los ojos cerrados, transmiten sensación de reflexión, paz y profunda introspección; se trata de una visión íntima, sin distracciones del mundo exterior, que Nara describe como “ver con los ojos del corazón”.

Los niños de Nara se vuelven cada vez más etéreos, y son representados con un caleidoscopio de toques de color generosos pero fragmentados. Sus pinceladas metódicas, superponiendo capas de pintura, revelan una innovadora etapa de experimentación formal, un alejamiento del empleo de áreas de color sólido presente en obras anteriores, que conduce hacia un nuevo énfasis en la superficie física del lienzo y en la tradición artística que reivindica la presencia de la mano del artista.

Estos retratos no son representaciones de personas concretas. Por el contrario, sirven a Nara como medio para expresar sus ideas y emociones. Las bocas horizontales y cerradas de los niños apenas revelan nada —aquellos labios que antes mostraban aflicción o se curvaban ligeramente hacia arriba, amagando una sonrisa, han desaparecido—, pero sus ojos anegados en lágrimas, a menudo irisados, transmiten una profunda emoción.

Nara desea que estas imágenes despierten nuestra imaginación, pues sus simplificadas composiciones —cuyo fondo es monocromo y neutro, y donde se ha eliminado cualquier referencia al tema— carecen de hilo narrativo. En su lugar, es preciso observar atentamente los rostros para interpretar sus complejas emociones íntimas, que comunican a través de los ojos y el aura, adentrándonos en el alma de cada personaje, el alma de Nara.