Una “Pequeña caipira vestida por Poiret”
Como artista brasileña en París, Tarsila debe enfrentarse a una serie de estereotipos para abrirse camino en un sistema del arte eurocéntrico y dominado por los hombres. Su físico y su manera de vestir nunca pasan desapercibidos. La crítica espera, tanto de ella como de su pintura, una “frescura exótica” y una “delicadeza típicamente femenina”, como puede leerse en las crónicas parisinas de sus primeras exposiciones.
Tarsila aprovecha su aspecto físico para construir su personaje, por aquel entonces inédito, de mujer artista moderna brasileña, rehuyendo en sus autorretratos los cánones establecidos.
Cual “pequeña caipira vestida por Poiret” (como rezan los versos que le dedica Oswald de Andrade), se erige en portavoz de un “Brasil profundo”, aun permaneciendo en perfecta sintonía con los gustos parisinos, sin descartar ese toque de excentricidad que supuestamente hace de ella una verdadera artista de vanguardia.