En 1929, por encargo del arquitecto Hannes Meyer (entonces director de la Bauhaus), Albers diseñó una colgadura para cubrir un muro del nuevo auditorio de la Allgemeinen Deutschen Gewerkschaftsbundes Schule en Bernau (Alemania), empleando un material sintético parecido al celofán. Este tejido tenía dos lados que servían a dos objetivos distintos: uno absorbía el sonido y el otro reflejaba la luz. En esta época, comenzaba a ser conocido el trabajo de Albers y sus obras se fueron mostrando poco a poco en Berlín, su ciudad natal.
Al llegar al Black Mountain College en noviembre de 1933, Albers dispuso de muy pocos materiales, ya que muchos de los que había llevado allí procedentes de Europa se dañaron en el viaje y, como la escuela se encontraba en medio del campo, tenía escasos recursos al alcance de su mano. Esta situación, unida a su innata curiosidad, la encaminó a experimentar con el uso de nuevos materiales vegetales, como el yute, el cáñamo, las hojas de eucalipto, el maiz, la yerba e industriales como el hilo de rosca metálico, con los que descubrió diferentes texturas. Creando obras con combinaciones únicas.