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Retrato de Michel Leiris

Francis Bacon
Retrato de Michel Leiris (Portrait of Michel Leiris), 1976
Óleo sobre lienzo
34 x 29 cm
Centre Georges Pompidou, París—Musée national d’art moderne. Centre de création industrielle. Donación de Louise y Michel Leiris, 1984

“En mi caso, todas las pinturas son accidentales; y lo son cada vez más, conforme pasa el tiempo. Las veo con antelación, las imagino en mi mente, y aun así nunca resultan como las había previsto. Se transforman por la propia pintura. Utilizo pinceles grandes y, debido a mi modo de trabajar, muchas veces no sé qué va a hacer la pintura. Y al final, resulta que hace muchas cosas mejores que las que yo pudiera hacer. ¿Se trata de un accidente? Quizá podamos decir que no lo es, porque se convierte en un proceso selectivo, en el que uno escoge con qué parte del accidente quedarse. Por supuesto, intentando mantener la vitalidad del accidente y guardando una continuidad”. Francis Bacon[1]

En 1965, Francis Bacon (Dublín, 1909–Madrid, 1992) conoce a Michel Leiris (París, 1901–Saint-Hilaire, 1990) en la inauguración de una exposición dedicada a Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 1901–Coira, Suiza, 1966) celebrada en la Tate Gallery de Londres. Leiris, escritor, poeta y etnógrafo francés, se convierte en amigo íntimo y admirador del artista, y es Bacon quien inspira los últimos escritos de su vida. Su amistad se basa en profundas afinidades intelectuales, así como en la atracción que compartían por lo sobrenatural y la ambigüedad insondable del alma humana [2]. Leiris fue uno de los principales analistas de la obra de Bacon y sus interpretaciones eran de las pocas que aceptaba el pintor [3].

Durante los primeros años de su carrera, Bacon se dedica a explorar distintos estilos y a crear uno propio e inconfundible. Hacia la década de 1960 se centra cada vez más en los retratos, especialmente en los de sus amigos cercanos, quienes son, en algunos casos, fotografiados por John Deakin (Península de Wirral, Reino Unido, 1912–Brighton, Reino Unido, 1972) por encargo del artista. Las imágenes de Deakin, las tiras de fotomatón, las fotografías tomadas por él mismo serían elementos de apoyo importantes en su evolución que va de la representación genérica del cuerpo humano al retrato de personas concretas[4]. Bacon prefería trabajar utilizando fotografías, ya que se sentía más libre cuando no tenía la presencia de sus modelos en su taller [5]. Su preferencia por trabajar a partir de reproducciones se evidencia en su persistente obsesión por el retrato que Velázquez hizo del Papa Inocencio X en 1650. Bacon solo conoció esta obra a través de reproducciones, a pesar de haber tenido la posibilidad de verla directamente en la Galería Doria Pamphilj de Roma, en una visita que hizo a la capital italiana en 1954 Bacón prefirió tener presentes las copias y no el original en su memoria al realizar las más de cincuenta obras con este motivo.

También sirvieron a Bacon como fuente de inspiración ciertos libros de ilustraciones de arte o de ciencia médica o antropológica, así como recortes de periódicos y revistas, que ocupaban todos los rincones de su estudio, amontonadas, descuidadas y superpuestas por todas partes. Pero sus pinturas no intentan parecerse a sus modelos, sino que, deliberadamente, modifica las expresiones y las características de estas personas con el fin de mostrar rasgos generales de la condición humana [6]. Sus representaciones no buscan el parecido de los rasgos físicos del modelo, sino su estado espiritual [7].

A mediados de los años setenta, Bacon realiza el retrato de Leiris. A pesar de la distorsión de su rostro, se puede reconocer a Leiris detrás de la máscara que revela su personalidad [8]. El rostro del escritor es muy importante en esta obra, ya que refleja la verdadera esencia de la actividad de Leiris, que residía precisamente en su cabeza, en su pensamiento. Bacon enfatiza los rasgos de la cara, haciéndolos más grandes de lo normal. De este modo, acentúa la importancia que la percepción sensorial tiene cuando se analiza el mundo y se adquieren conocimientos. El ojo y la nariz desproporcionados, los labios enormes, dispuestos en diferentes posiciones, hacen alusión a la profesión del escritor. En esta imagen, Bacon lleva el género del retrato un paso más allá. La deformación de los rasgos físicos no está motivada por la estética, ya que no hay una intención de representar el movimiento o captar un momento fugaz, sino que, por el contrario, la distorsión de las partes de la cara sirve para expresar la personalidad del sujeto. Su intención era deformar la apariencia de su modelo para alcanzar su verdad más profunda [9].

Preguntas

Observa detenidamente el retrato de Leiris. ¿Qué te llama la atención? ¿En qué se diferencia este retrato de otros que hayas visto antes?

Describe los rasgos físicos que se ven en la imagen. ¿Cómo son sus ojos? ¿Cómo es su boca? ¿Qué forma y tamaño tiene su nariz? ¿Qué tipo de ropa lleva puesta?

Para Bacon era muy importante reflejar la personalidad y el estado de ánimo de sus modelos a través de sus obras. ¿Cómo te imaginas que era la personalidad de Leiris? ¿Qué rasgos de esa personalidad piensas que aparecen en la pintura? ¿Qué te transmite sobre esta persona la expresión de su rostro?

Busca una fotografía de Leiris y observa las diferencias y las similitudes que existen entre esta imagen y la pintura. ¿Qué aspectos de su rostro ha cambiado Bacon? ¿Por qué crees que el artista exagera o distorsiona la apariencia física de Leiris? ¿Por qué consideras que exagera esos aspectos y no otros?

Describe los colores de esta obra. ¿Cómo piensas que cambiaría la forma de ver la pintura si Bacon hubiera utilizado una paleta más colorida en el retrato? Observa de qué manera emplea la pincelada Bacon e intenta dibujar las líneas más importantes del retrato (incluso puedes hacerlas en el aire, con pinceles imaginarios). ¿Cómo las describirías?