Chillida: 1948–1998
20.04.1999 - 12.09.1999
La obra escultórica de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924–2002) es una de las más importantes del arte español. La exposición del Museo Guggenheim Bilbao, celebrada con motivo del 75 aniversario de Chillida, es la primera retrospectiva de este artista en un Museo español. El comisario de la exposición, Kosme de Barañano, realizó en 1992 la muestra retrospectiva del artista en el Palacio de Miramar de San Sebastián, su ciudad natal. Eduardo Chillida está representado en la mayor parte de los Museos de Alemania (Mannheim, Berlín, Frankfurt, Düsseldorf, Münster, etc.), de Suiza (Basilea, Zúrich, Ginebra, Winterthur, etc.) y de los Estados Unidos (Nueva York, Houston, Dallas, Washington D. C., Chicago, Pittsburg, etc.).
Su obra ha sido comentada y analizada por historiadores del arte y directores de museos, así como por poetas (Octavio Paz, Gabriel Celaya, José Ángel Valente, Jacques Dupin, Claude Esteban, Edmond Jabes, Yves Bonnefoi, etc.) y por filósofos (Gaston Bachelard, Martin Heidegger, Rene Thon, etc.). Además, Chillida tiene obras públicas por todo el mundo; ha intervenido el paisaje natural en numerosas ocasiones, mediante obras como El peine del viento, en San Sebastián; Gure Aitaren Etxea, en Guernica; La casa de Goethe, en Frankfurt; El monumento a la Tolerancia, en Sevilla; El elogio del horizonte, en Gijón.
El Museo Guggenheim Bilbao amplía la retrospectiva del Museo Nacional Reina Sofía, mostrando 200 obras del artista desde 1946 hasta el presente, es decir, cubriendo más de 50 años de trayectoria creadora en los diversos géneros en los que ha trabajado: en la escultura y en el dibujo. La selección cubre todos los materiales y etapas del artista, a través de cuatro secciones: una primera dedicada a las piezas de cierto peso, si bien las limitaciones constructivas de los espacios expositivos no permiten la presencia de obras de más de 11 toneladas, una restricción que excluye un conjunto importante de piezas en acero; un apartado sobre el trabajo con la tierra chamota: las llamadas lurras constituyen una parte importante de su producción; una tercera sección se dedica a sus manifestaciones con papel o sobre papel, sus relieves llamados gravitaciones; el apartado final se centra en sus dibujos. En este campo del dibujo hemos realizado una selección de 100 obras que abarca tanto los trazos y marcas realizados con lápiz o con tinta como los logrados a base de cortes de tijera o de collage. Con esas 100 obras hemos querido conformar un mundo cerrado de obras en sí mismas, y no de simples dibujos preparatorios o de apuntes. Esta exposicion dentro de la exposición, al margen de razones de conservación y de iluminación, responde, asimismo, a un intento de hacer una doble lectura del mundo visual de Eduardo Chillida en relación a los conceptos básicos que su pensamiento visual plantea dentro de la Historia del Arte del mundo occidental. También consideramos sus papeles colgados, llamados gravitaciones, como parte de su producción escultórica, como relieves construidos con papel, y no como simples dibujos. En este sentido, esta exposición, más que aproximar al espectador la trayectoria artística de Chillida, intenta explicar, replantea y vivifica los conceptos base del pensamiento visual del artista. Chillida, a través de su obra, no se plantea problemas de modelado ni de representación ni de expresión, sino cuestiones más metafísicas, es decir, más de formulación (con la materia) de conceptos como límite, vacío, espacio y escala. Todos ellos están relacionados entre sí y sujetos no solo a la materia (tierra, acero, granito, etc.) en la que se manifiestan, sino, asimismo, a la persona que se acerca a ellos (su posición, su pathos o sensibilidad y su tacto).
Podemos distinguir más o menos cronológicamente una serie de edades, caracterizadas por el hecho de utilizar para su trabajo, de cuestionar con sus manos, un determinado material. Desde sus primeros trabajos en yeso hasta sus tierras chamotas, desde sus primeras tentativas de modelar pequeñas figuras hasta la configuración de espacios públicos, desde las primeras dudas y proyectos de 1948 hasta el presente, hay en Chillida un camino recorrido, andado, sudado, sufrido y gozado, construido a través del hierro, del acero y la madera, llegando al alabastro, al hormigón y a la tierra. Esto no quiere decir que le sean ajenos otros materiales: en 1951 trabaja un relieve en plomo; en 1958 hay constancia de un trabajo en bronce;en 1962 trabaja el mármol y también el granito. Estas exploraciones de Chillida, estas experiencias de materiales, se realizan curiosamente siempre en relieves. También en su obra gráfica, además de los aguafuertes, xilografías y litografías, hay un cierto número aunque exiguo, de serigrafías, puntas secas y aguatintas, pero debido a la amplitud de su obra gráfica, hemos renunciado en esta exposición a ese apartado. La exposición permite, sin embargo, una mirada detenida a los procesos de creación, a los modos de producción del artista que bien podemos calificar como un repaso enciclopédico a las técnicas artísticas de la historia del arte. Chillida ha trabajado con materiales no propiamente clásicos (no son el bronce o el mármol precisamente los mas habituales en su obra), sino más bien con materiales nuevos de nuestro siglo, como el acero o el hormigón, los cuales son tratados con una especie de caricia y modelado clásicos. Materiales que, aunque no de una manera totalmente manifiesta, permiten en un primer estadio de análisis, ordenar su obra plástica.
La obra de Chillida se puede abordar por los modos de producción más que por los temas. Desde su origen hay una construcción o una experimentación basada en la repetición y en la seriación. Ciertas series están ligadas a un momento particular de la vida del artista y se extienden durante unos años o unos meses concretos. Otras series recorren toda la vida del artista permanentemente y otras surgen de vez en cuando como "Guadianas", a lo largo de su vida pero en momentos determinados. Se puede asistir así al nacimiento de un motivo, a sus transformaciones sucesivas, y a las progresivas mutaciones de la forma, las cuales surgen como resultado de la actuación del artista frente a la materia. En este sentido, no hay en Chillida una repetición como banalizacion del propósito investigador, ni la reducción de su gesto a una virtuosidad puramente técnica. La obra de Chillida es un permanente preguntar a la materia.
Como él mismo dice: Nunca se conoce bastante / De ahí que también en lo conocido / Se halla lo desconocido y su llamada.
Kosme de Barañano, Comisario de la exposición
Eduardo Chillida
Espacio para el espíritu, 1995
Granito rosa
173 x 85 x 91 cm
Guggenheim Bilbao Museoa