PELLO IRAZU

Formas de vida 304

La obra de Pello Irazu supone una contribución esencial al lenguaje de la escultura constructiva contemporánea y es considerado, junto con Txomin Badiola, una de las figuras clave de la renovación de la escultura vasca y española desde la década de los ochenta. Esta generación de artistas se dedicó a reescribir la sintaxis de la escultura desde una posición arraigada en la tradición moderna para desmontar los mitos de la historia y recomponer, en el presente, algunas de sus invenciones formales. Esta acción buscaba formas y discursos adaptados a un momento de crisis tanto de la representación como de la ornamentación.

Irazu es un escultor casi esencialista. La precisión en la evolución de sus formas, desde la poesía de los ángulos rectos al lirismo de un material aparentemente amontonado, lo convierte en un arquitecto de situaciones interpretadas. De hecho, el escultor actúa a través de un alfabeto técnico de gestos que han evolucionado desde la mera presencia del objeto en sus primeras obras a la construcción de ambientes en los que las relaciones entre el objeto, la imagen y el contexto responden a una lógica articulada, como en Formas de vida 304 (Life Forms 304, 2003).

Formas de vida 304 es una instalación específicamente creada para la colección del Museo Guggenheim Bilbao. Parte del título de la obra procede del espacio para el cual fue diseñada, la galería 304. La sala como un espacio que habitar está definida por un mural que cubre toda la pared con una línea, como un pasillo discontinuo, en el que cuelgan dibujos/objetos que entran en una lucha dialéctica por su espacio. En el centro se erige una escultura que, si bien de frente parece atractiva, esa sensación se desvanece con la vista lateral, donde aparecen multitud de ángulos, tensiones y fuerzas, que dan la impresión de que la construcción mantiene un precario pero estudiado equilibrio. Irazu rechaza la idea de espacio como un contenedor donde colocar objetos y lo concibe como un elemento mediador entre el espectador y la obra de arte.

Formas de vida 304 insiste en la dualidad de objeto y entorno, aquí claramente diferenciados. El elemento constructivo que ocupa la parte central del espacio se eleva como el esqueleto de un elemento protector superficial y relativamente inestable. La combinación de metal, madera, contrachapado y elementos de colores traduce la lógica del montaje, un principio constructivo y necesariamente arquitectónico.