En las primeras décadas del siglo XX, en Europa, la abstracción fue uno de los lenguajes principales elegidos para crear un arte más universal y moderno. Así, surgieron distintos movimientos —como el Constructivismo en Rusia, el Cubismo en París, De Stijl en Holanda o la Bauhaus en Alemania— caracterizados en general por emplear un vocabulario de formas geométricas puras y precisas. Además, una de las ideas que comenzó a permear estos distintos ismos fue la construcción de un vínculo más directo entre el arte y la vida y un acercamiento del arte al espectador.
La Segunda Guerra Mundial, que tuvo lugar entre 1939 y 1945, también tuvo consecuencias en el hemisferio sur. Una vez concluido el conflicto bélico, el posicionamiento adoptado por muchos países latinoamericanos durante la guerra influyó en su situación política, económica y social, y, por extensión, en su evolución cultural y artística.
En Brasil, São Paulo se convirtió en el centro neurálgico del gran desarrollo que se vivió en el país y allí se pusieron en marcha iniciativas encaminadas a la modernización, como la construcción de la nueva capital, Brasilia, que corrió a cargo del arquitecto Oscar Niemeyer. Además, se llevaron a cabo importantes proyectos culturales, como la Bienal de São Paulo, en cuya primera edición, celebrada en 1951, la abstracción fue el lenguaje predominante y donde el Arte Concreto representaba el progreso científico y tecnológico. Así, la abstracción pura y un racionalismo riguroso fueron características comunes de los dos focos artísticos que nacieron en los años cincuenta en Brasil.
En São Paulo, los artistas del Grupo Ruptura buscaban una renovación de los valores tradicionales del arte, que consideraban una forma de conocimiento. Entre sus miembros se encontraban Waldemar Cordeiro, Lothar Charoux, Geraldo de Barros, Kazmer Féjer, Leopoldo Haar, Luiz Sacilotto y Anatol Władysław.
Por otro lado, en Río de Janeiro, los autores del Grupo Frente trabajaron con mayor libertad y variedad de materiales y lenguajes en la representación de una abstracción pura. Lygia Clark (1920–1988) formó parte de este grupo junto con Aluísio Carvão, Hélio Oiticica, Lygia Pape e Ivan Serpa, entre otros. Ya en 1959, el Manifiesto Neoconcreto de Ferreira Gullar tuvo un gran impacto en los artistas del grupo. En él, el autor exponía su teoría del no-objeto, una categoría artística que trascendía las de pintura o escultura. Lygia Clark y los artistas de Frente adoptaron nuevas prácticas vinculadas a experiencias vitales en las que el espectador se convertía en participante activo de la obra de arte.
Venezuela recibió también la influencia de la vanguardia europea. Tras su regreso de París en 1952, los artistas del grupo Los Disidentes continuaron en Caracas su investigación en torno a la Abstracción Geométrica y el Arte Cinético. Entre ellos se encontraban Alejandro Otero, creador de los Coloritmos; Carlos Cruz-Diez, con sus Fisicromías; y Jesús Rafael Soto, que continuó desarrollando sus obras cinéticas en París, que culminarían en los años sesenta con sus icónicos Penetrables.
Argentina presenta en 1946 la primera exposición del Grupo Madí en Buenos Aires. Los artistas de este grupo también pretendían continuar desarrollando la abstracción europea a través de marcos irregulares, planos articulados y movimiento, e incorporaron a su obra nuevas tecnologías, como el neón, en el caso de Gyulia Kosice —Estructura lumínica Madí 6 (1946)—. Carmelo Arden Quin y Rhod Rothfuss fueron otros integrantes del grupo cuyo trabajo adoptó maneras constructivistas y geométricas para crear arte no figurativo.
En Montevideo, a su regreso de Europa, el artista Joaquín Torres-García creó en 1943 el Taller Torres-García, un centro de enseñanza artística fundamentada en el Universalismo Constructivista, que, conjugando distintas tradiciones, se convirtió en el fundamento de una pintura basada en la línea, la geometría y los planos de color.