Francis Bacon abordaba el proceso de creación pictórica de manera poco convencional: en contadas ocasiones realizó dibujos preparatorios y siempre pintaba directamente sobre el lienzo desnudo. No recibió formación académica reglada y sus estudios fueron prácticamente los únicos lugares en los que desarrolló su producción.
Entre las principales fuentes de inspiración de Bacon destacan las obras de ciertos artistas clásicos y modernos. Su entorno íntimo, sus parejas, amigos y familiares desempeñaron asimismo un papel importante en su producción como modelos de sus obras, pero también prestando al pintor su apoyo personal y financiero. Su prima Diana Watson, por ejemplo, fue una de las primeras compradoras de sus piezas. Cuando en 1929 Bacon se traslada a Londres, conoce a Eric Allden, que será su primer compañero sentimental, y también coleccionista de su obra. Posteriormente, en 1930, entabla amistad con el artista australiano Roy de Maistre, quien pronto se convertiría, asimismo, en su mentor.
La maestría de Velázquez y Picasso fue una influencia fundamental para Bacon, quien decidió dedicarse al arte tras contemplar una exposición del pintor malagueño en la Galerie Paul Rosenberg de París en 1927, y se basó en el Retrato del papa Inocencio X (1651) de Velázquez para realizar un gran número de lienzos con la imagen de un papa gritando [véase Estudio según Velázquez (1950) en la sala 207]. Bacon admiraba tanto a Velázquez que no quiso ver el cuadro original del maestro español durante una visita que hizo a Roma en los años cincuenta por temor a que su obra no estuviera a la altura.